lunes, 2 de noviembre de 2009

Recuerdos en el día de los fieles difuntos.

Hoy Terzio nos ha disertado sobre la cruda realidad diaria de la muerte. Y no me refiero a enfrentarse a la muerte sino hacer el tránsito como desgraciadamente se hace hoy. Es una cosa que me da un pavor tremendo. Tras el paso de uno a otro rito (de rito de Pablo VI al romano tradicional, me refiero), uno llega comprender, todo ese boato, seguir las rubricas al detalle, molestarse y sacrificarse en unos días tan dolorosos porque el muerto reciba lo que merece. Porque él ya no puede merecer sino padecer como bien enseña la Santa Iglesia Romana. Misericorida, Señor porque somos pecadores.



Me lamento de haber despreciado tantas cosas en mi juventud y en mi infancia. Claro, pero uno no tiene el rodaje que tiene en este momento. Yo he visto con estos ojos un velatorio en una casa. Rezar sus familiares y vecinos junto al cuerpo. Siendo monaguillo, ir a buscar al difunto a casa de la familia. Guiarlo a la Iglesia. Son pequeños destellos de un pasado que ignoraba dejándome arrastrar por las novedades que traía cada nuevo párroco. Tanta novedad que hubo un momento que la gente llegó a molestarse porque este acudía de paisano para dar sepultura al cuerpo. Aunque ahora eso ya no importa.

Cuando hay la pretensión de restaurar (a la par de reformar) esta denigrante situación, un servidor consulta con aquellos que si han conocido aquella situación. El asunto de la muerte no es nada baladí. El que se transporte alos muertos como si fueran mercancia. Que se les estacione, ahí tras un cristal, mientras en el resto de salas se habla y se habla,ignorando la necesidad que tiene ese difunto. Una de esas situaciones que me comentaban esta mañana era la colaboración en llevar el féretro. Todos los hombres por turnos, al igual que hoy en día todos quieren llevar en procesión al santo de turno, también se llevaba el feretro hasta el cementerio para darle cristiana sepultura. O como comenté en una pasada entrada la labor que tenían las viudas o las hijas huerfanas en encender el hachero durante los oficios.


Ahora somos más comodos. Como te endosan a la puerta de la Iglesia un coche ranchera (a ser posible de alta gama) pues pelillos a la mar, todo va sobre ruedas. Tanto dentro, como fuera, para que te vas a molestar. En velar un muerto en casa: ¡¡¡Vamos!!! no seas antigua, por favor. ¿y lo de rezar? Me sa'lvidao. Nada, como bien se dice: el muerto al hoyo y el vivo al bollo, pero literalmente.

Y es esa presión social, la que impide que muchas personas incluso quieran guardar el luto. Y es que no se puede ser tan arcaico. Que podemos hacer si los mismos presbíteros son en la mayoría de los casos complices indirectos, en especial en los pueblos. Ya no tienen tiempo material de decir las misas posteriores a la misa de difuntos. Por lo que la memoria del mismo se pierde sin recibir más auxilios que aquellos pocos que se recibieron en aquella primera y única misa.

Quisiera terminar con estas palabras del padre Ribera CMF en su misal devocionario:

"Encomienda ya desde ahora a alguna persona que te avise sin respetos humanos cuando llegue la ocasión de recibir los Sacramentos, y que no se te ocultela gravedad de tu estado al hallarte en peligro de muerte. ¡Cuántas veces al pobre enfermo se le engaña con fútiles pretextos y se le deja morir con todos sus pecados!"



Ahí le ha dado, estamos siendo engañados sin descanso sobre la muerte, ocultando la realidad. Pero es normal, estamos salvados: todos. Es la nueva tesis sacada del ecumenismo y la libertad religiosa. Seguramente estaré más tranquilo, al igual que todos ustedes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario


Gaudete, lecturas católicas para una vida católica